Pensando seriamente si entrar en la Galería de los espejos o dar media vuelta y salir corriendo |
Eso si, la lectura no ha cesado y tengo ya algunas reseñas en preparación que verán la luz muy pronto. Pero antes de eso no quería dejar de compartir con vosotros mi último día en París. A modo de despedida hasta el otoño, decidimos ir a pasear por Versalles y pensé enseguida en compartir algunos detalles de la visita con vosotros.
Parecerá mentira pero poco puedo deciros del palacio en si mismo y mucho de los dominios que lo rodean. La inmensa residencia real, dado su tamaño y el hervidero de visitantes que la abarrotan, me abruma demasiado.
Cada vez que voy me convierto en una cabecita más de esa marea de turistas que pelean con las bolsas de souvenirs, la audioguia y la cámara de fotos. !Así es imposible prestar atención a los detalles y en un sitio como este hay muchísimo donde mirar!
El mejor momento es cuando sales por fin a los jardines y dejas vagar la vista sobre el trabajo de Le Nôtre; entonces respiras de nuevo. Al igual que el palacio, los jardines deslumbran por su magnificencia; todo tiene proporciones descomunales incluso el Gran canal que permite a los visitantes dar un paseo en barca.
En un día caluroso, como el que tuvimos nosotros, es ideal perderse entre los muchos bosquecillos y jardines secretos que se abren a los lados del camino central. No es difícil imaginar los encuentros galantes y las intrigas que se urdieron entre su espesura durante los tiempos dorados de la monarquía francesa.
Pero sin ninguna duda, si hay un lugar que para mi guarda toda la elegancia, el refinamiento y la joie de vivre del siglo XVIII ese es el Petit Trianon, un pequeño palacio anexo a Versalles. Si bien fue construido a instancias de Madame de Pompadour, primera favorita de Luis XV e inaugurado a la muerte de esta por Madame du Barry, la segunda favorita del rey, otro nombre ha quedado íntimamente ligado a su historia. El de la reina María Antonieta.
Parecerá mentira pero poco puedo deciros del palacio en si mismo y mucho de los dominios que lo rodean. La inmensa residencia real, dado su tamaño y el hervidero de visitantes que la abarrotan, me abruma demasiado.
Cada vez que voy me convierto en una cabecita más de esa marea de turistas que pelean con las bolsas de souvenirs, la audioguia y la cámara de fotos. !Así es imposible prestar atención a los detalles y en un sitio como este hay muchísimo donde mirar!
El mejor momento es cuando sales por fin a los jardines y dejas vagar la vista sobre el trabajo de Le Nôtre; entonces respiras de nuevo. Al igual que el palacio, los jardines deslumbran por su magnificencia; todo tiene proporciones descomunales incluso el Gran canal que permite a los visitantes dar un paseo en barca.
En un día caluroso, como el que tuvimos nosotros, es ideal perderse entre los muchos bosquecillos y jardines secretos que se abren a los lados del camino central. No es difícil imaginar los encuentros galantes y las intrigas que se urdieron entre su espesura durante los tiempos dorados de la monarquía francesa.
Fachada posterior y habitación de la reina |
El que visita el Petit Trianon después de haber estado en el palacio comprende enseguida porque la reina convirtió este lugar en su retiro personal. Este palacio en miniatura, cuenta con todos los lujos que la época podía ofrecer, pero a diferencia de la residencia principal tiene una talla más humana, más hogareña. Mientras paseaba por sus habitaciones no me fue difícil imaginar a personas leyendo, comiendo o soñando entre sus paredes.
Desde las ventanas superiores la vista abarca todo el jardín inglés que rodea la propiedad. Un jardín sin orden, más salvaje y exuberante en vegetación, muy distinto al cuadriculado jardín a la francesa creado por Le Nôtre. El agua corre libre por riachuelos, estanques y cascadas y el Templo del amor vigila a todo aquel que pasea por los intrincados senderos que lo rodean.
Desde las ventanas superiores la vista abarca todo el jardín inglés que rodea la propiedad. Un jardín sin orden, más salvaje y exuberante en vegetación, muy distinto al cuadriculado jardín a la francesa creado por Le Nôtre. El agua corre libre por riachuelos, estanques y cascadas y el Templo del amor vigila a todo aquel que pasea por los intrincados senderos que lo rodean.
Era en este reducto donde la reina podía deshacerse de la corona, descansar de las representaciones y vivir según su capricho. Aquí la solemnidad del ritual cortesano desaparecía y María Antonieta disfrutaba de la soledad o de la compañía libremente escogida. ¡Quien no soñaría con tener un lugar de retiro como este!
Como si acaso faltase belleza al lugar, la reina decidió añadir una última floritura. Influenciada por el amor a la naturaleza imperante en la época, mandó edificar una reproducción exacta de una aldea normanda. Si el Trianon fascina no podéis imaginar lo precioso que es este lugar.
La reina deseaba un sitio donde disfrutar plenamente de la naturaleza y de la vida campestre. Así se edificaron para su disfrute el molino con su noria hidráulica, la lechería, la granja, las casas de los aldeanos, el estanque plagado de carpas, el faro bautizado como Torre Marlborough y su casa como señora del lugar.
Siempre me fascinó el retrato de Vigée-Lebrun que representa a María Antonieta vestida con muselina blanca, gasa bordada y un gran sombrero de paja como único adorno. Ver a la soberana en tal simplicidad sorprende muchísimo y no puedes visualizarla paseando de esta guisa por los salones de Versalles.
Es en el instante en que ves su aldea cuando la imaginas tal y como aparece en el cuadro. Metida en su papel de campesina, yendo de la granja a la lechería, haciendo probar a su séquito la leche recién ordeñada o los huevos frescos de su corral; organizando meriendas y fiestas campestres o paseando en barca por el apacible estanque.
Así luce la aldea en este caluroso verano. La lavanda es la reina del jardín y su aroma te acompaña durante toda la visita. |
La reina deseaba un sitio donde disfrutar plenamente de la naturaleza y de la vida campestre. Así se edificaron para su disfrute el molino con su noria hidráulica, la lechería, la granja, las casas de los aldeanos, el estanque plagado de carpas, el faro bautizado como Torre Marlborough y su casa como señora del lugar.
Siempre me fascinó el retrato de Vigée-Lebrun que representa a María Antonieta vestida con muselina blanca, gasa bordada y un gran sombrero de paja como único adorno. Ver a la soberana en tal simplicidad sorprende muchísimo y no puedes visualizarla paseando de esta guisa por los salones de Versalles.
Es en el instante en que ves su aldea cuando la imaginas tal y como aparece en el cuadro. Metida en su papel de campesina, yendo de la granja a la lechería, haciendo probar a su séquito la leche recién ordeñada o los huevos frescos de su corral; organizando meriendas y fiestas campestres o paseando en barca por el apacible estanque.
Maria Antonieta "campesina". A la izq. el cuadro de Vigée-Lebrun |
Con su aislado retiro en Versalles, impasibles ante los cambios que se estaban produciendo en el seno de la sociedad francesa, los monarcas sellaron su destino.
La tarde del 5 de octubre de 1789 María Antonieta descansaba en el Petit Trianon cuando recibió la orden urgente de volver rápidamente al palacio. El pueblo de París avanzaba hacia Versalles para pedir cuentas a sus soberanos.
El Petit Trianon cerró así sus puertas. Los juegos y los murmullos abandonaron sus estancias, el lugar fue convertido en albergue durante últimos años de la Revolución y finalmente abandonado.
Las restauraciones posteriores le han devuelto el esplendor de aquellos días pero la sombra de la Revolución empaña la blancura del lugar. En mi mente cobraba más protagonismo aquella fatídica tarde en que la reina vio el Petit Trianon por última vez y los sucesos que vivió a partir de entonces.
Visitar Versalles es entrar de pleno en el final de un mundo y el inicio de otro, el de la Revolución francesa. Yo no me canso (al igual que Teresa) de visitar los lugares donde todo ocurrió o de leer todo lo que cae en mis manos sobre el tema. Ensayos, biografías, novelas, memorias...cualquier cosa me vale con tal de ahondar aún más en este período tan relevante para nuestra Historia contemporánea y que tan parcialmente se conoce a menudo. Para comprender las causas profundas, el comportamiento de sus protagonistas y la verdadera naturaleza de la Revolución, uno no puede conformarse con conocer algunos hechos puntuales.
El libro gordote que veis detrás es una maravilla para conocer la historia de la indumentaria. "The complete costume history", de Auguste Racinet. |
El segundo libro forma parte de una colección magnífica titulada Le temps retrouvé (ediciones Mercure de France). En esta colección se recogen memorias, diarios y biografías de personajes o acontecimientos históricos relevantes. En esta ocasión yo me hice con Las memorias de Madame de Tourzel, la institutriz de los hijos de Luis XVI y María Antonieta.
No espero encontrar objetividad en su relato (los reyes aparecerán imagino como un dechado de virtudes) pero si espero compartir la emoción y la angustia de todo lo que vió y vivió entre 1789 y 1795 la persona que compartió los últimos momentos de la familia real.
Y por hoy nada más, que ya he hablado demasiado! Espero que los que visitéis Versalles no dejéis de acercaros al dominio de María Antonieta y que el paseo por sus rincones os cautive tanto como a mi. Ahora dejemos las visitas y regresemos a los libros :)
Muy felices lecturas y que estéis pasando un magnifico verano!