domingo, 12 de julio de 2015

Diario de viaje: Nueva York

Como os prometí, aquí está por fin el diario de Nueva York.
Me lo he tomado con un poquito de calma y ya veis, ¡han pasado más dos meses desde que estuve allí! 
Lo cierto es que no me ha sido nada fácil reducir en una sola entrada todo lo que he vivido en esta apasionante ciudad. Estoy todavía sobre una nube, ¡vaya ciudad, Dios mío, vaya ciudad!

Como ya hice en los diarios de Londres (aunque esta vez no describa al detalle cada jornada), compartiré con vosotros visitas, descubrimientos, pistas y sugerencias para que podáis ponerlas en práctica en una futura visita a la gran manzana.   Espero que disfrutéis con la lectura y sobre todo que pueda seros útil :)
¡Empecemos!
Aquí iba diciéndole al avión:
¡Aguanta
bonito que ya casi estamos!
7 de mayo, Madrid. Empieza el viaje en una puerta de embarque de American Airlines.  Jean va como Paco por su casa, tranquilo y pensando ya en echar una cabezadita; yo voy como iría Paco,  pero por el corredor de la muerte. ¡Ocho horas de vuelo por delante y encima en un avión que seguro volaba ya entre Pterodáctilos! Yo ya iba diciendo "si llegamos a Terranova será un milagro". Pero mira, incrédula de mi, tuve uno de los vuelos más tranquilos de mi vida.  Lo mejor sin duda fue cuando por fin divisamos el skyline de Manhattan,  por lo bajito arrancamos los dos a cantar Empire State of Mind ¡Vaya par!

Pasamos la aduana del JFK sin contratiempos (aunque me dieron ganas de ponerme firme y cantarle The Star-Spangled Banner al policía de aduanas para apaciguarle, menuda cara) y llegamos a la ciudad a través del Airtrain y el metro. Una forma económica y sencilla. 
Y por fin al salir por la boca del metro…¡Manhattan! No se como explicar la sensación; toda esa gente, el bullicio, las sirenas, bloques y bloques hasta donde abarcaba  la vista…me sentí enseguida llena de energía, con ganas de comerme la gran manzana y el mundo entero si hacía falta. Bueno, en realidad, solo quería refrescarme un poquito, dejar las maletas en el hotel y empezar a explorarlo todo.

Encontrar un hotel en Manhattan puede ser un quebradero de cabeza. Los precios son desorbitantes y no siempre tienes la satisfacción de encontrar una buena inversión tras el desembolso. Nosotros, tuvimos buena fortuna, y quedamos encantados con nuestra elección. La habitación estaba en el piso 56 y tenía vistas a Central Park hacia el norte y al Hudson por el oeste. 
¡Nuestro nido de águilas!
Una vez arreglados los trámites y sin las maletas, empezamos a descubrir la ciudad. Esa primera tarde apenas visitamos los alrededores del hotel: Times Square, Broadway y la zona del PlazaFifth Avenue. Lo mejor estaba por venir al día siguiente.

Supongo que cualquier sitio es bueno para empezar a explorar Nueva York. Nosotros decidimos hacerlo por Lower Manhattan, Liberty y Ellis Island. Queríamos recrear en cierta modo la experiencia de llegar a Manhattan por mar, tal y como la vivieron tantos viajeros procedentes de Europa. Y aunque la fisionomía de la ciudad sea completamente distinta, creo que en cierto modo conseguimos capturar ese espíritu. Es curioso como uno tiende a olvidar, en medio del bullicio de la jungla urbana, que está en una isla; una isla resguardada por Staten y Long Island, pero aún así abierta al Atlántico. El trayecto en ferry, el olor a mar y el sonido de las gaviotas nos ayudaron a ubicarnos. 
Cogimos el ferry en Battery Park hasta Liberty Island y, a pesar del madrugón, valió la pena. Manhattan todavía estaba cubierto por la niebla matinal y parecía surgir de la nada. Fue una de esas instantáneas que quedan grabadas para siempre en la memoria.

Embarcamos en el ferry rumbo a Liberty Island. Vista de Battery Park.
¡Buenos días Manhattan!
Mira como si viniésemos directos en barco desde Francia.
La visita a Liberty y Ellis Island es casi "obligatoria". Lo cierto es que solo por las vistas ya merece la pena, y además podréis hacer una carrera de obstáculos para evitar los palitos de selfie. Lo que más me gustó de todo fue el Museo de la inmigración de Ellis Island. Si lo visitáis aprenderéis muchísimas cosas sobre la experiencia de los emigrantes que llegaron  a América. Sus motivaciones, la vida que llevaron una vez instalados y el legado social y cultural que dejaron a su patria de acogida.

Una vez de vuelta en Manhattan, tiempo de descubrirla de Sur a Norte. Para esto nada mejor que un buen calzado y…ganas de patear la ciudad. Eso si, imprescindible un buen desayuno para cargar las baterías.
Desayuno en el hotel.
Recorrimos Manhattan casi de punta a punta, aprehendiendo las características y el alma de cada barrio; todo un mundo de contrastes en una isla de 21 kilómetros.  La solemnidad de Ground Zero, la agitación de Wall Street, las primeras vistas del Puente de Brooklyn…y como no el mundo curioso y cerrado de Chinatown. Por sus calles encontramos productos gastronómicos que nunca habíamos visto y llevamos una lucha constante contra los vendedores de imitaciones. Yo me empeñé en ir hasta Columbus Park, en busca de cualquier vestigio del célebre Five Points,  pero nada recuerda aquí su existencia. Del mismo modo, Little Italy apenas es un recuerdo de lo que fue, solo un par de calles llenas de restaurantes y negocios italianos. Si queréis vivir la experiencia de la vida en los barrios populares de Manhattan, dirigíos al Tenement Museum, uno de los que más ganas tenía de visitar. El museo se visita en tours guiados; Hard Times el que nosotros elegimos reconstruye la lucha diaria de dos familias de emigrantes, una judía de origen alemán y otra italiana, en el Manhattan de finales del siglo XIX. No lo dejéis pasar, es una visita repleta de emociones y  un excelente ejemplo  de antropología urbana neoyorquina.
Brooklyn Bridge, Federal Hall, Chinatown, Little Italy y Ground Zero.
Al oeste de Little Italy, la ciudad cambia y entramos en el barrio histórico de Soho. Sus cast-iron buildings son su seña de identidad. Esta arquitectura ahorraba tiempo y esfuerzo a la hora de construir, presentaba una supuesta resistencia a los incendios y al mismo tiempo ofrecía mayores posibilidades de ornamentación que la arquitectura tradicional en ladrillo. Varios estilos de inspiración europea hicieron así su aparición en Manhattan, como el neoclásico, el veneciano o el segundo imperio francés. Yo no pude parar de hacer fotografías en cada calle. Las casas son absolutamente preciosas y las escaleras de incendios exteriores todo un símbolo arquitectónico de la ciudad. 
Ejemplos de cast-iron architecture.
Siguiendo un poquito más al norte llegareis a la que sin duda se convirtió en mi zona favorita de Nueva York: el West village, los alrededores de Washington Square y Gramercy Park. Si tuviera que fijar mi residencia en Nueva York no me movería de aquí. El West Village hace honor a su nombre y es un verdadero pueblecito escondido entre la gran ciudad. Todas sus calles están arboladas y el contraste con las casas de ladrillo rojo ofrece un cuadro maravilloso. Washington Square y Union Square son dos encantadores refugios verdes entre calles muy concurridas. Buenas tiendas, pequeños comercios, librerías de las que os hablaré más adelante...y encima un último detalle que terminó por enamorarme.


Calles del West Village
Una mañana, mientras paseábamos desde Whashington Square dirección Union Square, empezamos a cruzarnos por el camino a muchos transeúntes cargados con enormes ramos de lilas frescas. Yo iba como loca intentando averiguar donde se hacían con ellas y al llegar a Union Square di por fin con la solución; era lunes y se estaba celebrando el Greenmarket de Union Square; una cita semanal en la que agricultores y ganaderos del estado de Nueva York venden sus mejores productos. Verduras y fruta orgánica de temporada, quesos, miel, dulces de todo tipo, tartas saladas...una montaña de productos tradicionales expuestos con mimo y rodeados de montones de flores. Se dice que para conocer bien una ciudad hay que visitar sus mercados y yo lo secundo completamente. ¡Cómo me gustó pasear entre los puestos y sentirme como un habitual más!
Uno de los muchos puestos de lilas.
Con mucha pena por dejar "mi barrio" seguimos hacia arriba para encontrar al paso edificios emblemáticos como el Flatiron y el Empire State Building; y maravillas como Grand Central Station, donde no pudimos dejar de enumerar escenas de películas, y la New York Public Library
Vistas del Flatiron y del Empire en una tarde de lluvia.
Un día cualquiera en Grand Central

Magnífica fachada de la New York Public Library
Cuando entramos en la biblioteca no me paré a hacer fotos porque iba a celebrarse una boda e íbamos con un poquito de prisa. De todas formas espero que los novios tuviesen mejor fortuna que Carrie y Mr.Big en el día de su boda :) De lo que si tomé fotos es de todas y cada una de las placas literarias que adornan el tramo de la East 41st St comprendido entre la Quinta Avenida y Madison, conocido como Library Way.
La gente se me quedaba mirando al verme saltar con la cámara de placa en placa, ¡cuarenta saltitos ni más ni menos! 

Indicador del Library Way ¡no tiene pérdida!
Estas son algunas de las placas que más me gustaron: (maravillosa la de) Kate Chopin, José Martí,
Henry David Thoreau, Thomas Jefferson, René Descartes, Isak Dinesen, Emily Dickinson,
Richard Eberhart.
Y para hacer un pequeño descanso, paramos en dos puntos insignes de Midtown Manhattan: Times Square y Brodway.  Una auténtica locura de luces y aglomeraciones no aptas para agorafóbicos. A nosotros la impresión en Times Square nos duró poquito y tras las fotos de rigor salimos de allí corriendo.
Ideal para un pequeño baño de multitudes.

Bien, hasta aquí hemos visitado Lower Manhattan, la calma de West Village, edificios míticos y las grandes multitudes de Midtown. Creo que ya es hora de explorar la parte alta de la isla. 
Esta parte de la ciudad era lo que veía cada mañana al despertarme. Nada más salir de la cama corría a la ventana para ver con que tiempo nos recibiría Nueva York. Niebla, lluvia, sol…tuvimos un poquito de todo, pero con el paso de los días algo permaneció inalterable, la majestuosidad de Central Park.

Esta vez el tiempo no se presentaba muy prometedor.
Como este año el invierno había sido especialmente riguroso, tuvimos muchísimo miedo de llegar y encontrarnos los árboles todavía desnudos; pero por fortuna un verde brillante y nuevo nos hizo el favor de pintar Central Park de primavera. 


Perdonad por la cantidad de fotos pero es que...¡imposible no querer ponerlas casi todas!
Vistas del maravillos Conservatory Water, uno de los lugares predilectos de los niños.
¡Cuántas veces habré visto estos veleros en las películas!
Conservatory Water frente a los edificios del Upper East Side.
Otro clásico para niños y no tan niños, la estatua de Alicia en el país de las maravillas.
Y de una que me robó el corazón, la de Hans Christian Andersen y el patito feo.
Y vista del emblemático edificio de apartamentos El dorado en Upper West Side.

Otra de las maravillas de Central Park Bethesda Fountain
Otra vista de Bethesda Terrace
Homenaje ineludible
El lugar ideal para un picnic, Sheep Meadow
Y por fin la zona sur del parque de vuelta al hotel.
A ambos lados de Central Park descubrimos el Nueva York más exuberante y opulento. Mientras paseábamos por la zona no podíamos evitar preguntarnos quien viviría en esas mansiones de Park Avenue y Central Park West; en esos edificios donde tan bien delimitadas estaban las puertas de servicio y las principales con sus tolditos. Es una zona muy agradable y tranquila, pero nuestro principal interés eran los museos que se sitúan en ella.

Uno de los principales inconvenientes de visitar una ciudad con tantísimos museos interesantes es la falta de poder abarcarlos todos en ocho días.  Con todo nuestro dolor tuvimos que hacer una selección y en la gran lucha triunfó el Metropolitan sobre el Moma y la Frick Collection sobre el Guggenheim. ¡Definitivamente el arte moderno y contemporáneo no tuvieron suerte en este viaje!

La colección del Metropolitan Museum es imposible de calificar. Creo que incluso sublime se queda corto. Siempre que visito un museo mis pies se dirigen automáticamente a las salas de pintura, artes decorativas y vestimenta, y en esta ocasión, se superaron todas mis expectativas. Incluso las obras y objetos situados en la sala de depósito son auténticas maravillas. 
Metropolitan Museum belleza exterior e interior.
Algunas maravillas de la colección: The Wyndham Sisters, John Singer Sargent;
Camille Monet in the Garden at Argenteuil, Claude Monet; Study in Black and Green,
John White Alexander; Two Tahitian Women, Paul Gauguin.
Una de las áreas del museo que más disfruté y, que para mi tiene mayor interés dado el país que visitamos, es la New American Wing. Una sucesión de salas que trazan la historia de los Estados Unidos, de la época colonial al siglo XX, a través de pinturas, esculturas y  reconstrucciones de viviendas de época. Aquí es donde podréis admirar los paisajes de los componentes de la Hudson River School, una de las escuelas americanas pictóricas más relevantes.
A Gorge in the Mountains, Sanford Robinson Gifford. Imposible no
evocar las historias de la frontera y el lejano oeste al observar pinturas
como esta.
Nuestra siguiente parada fue The Frick Collection; un pequeño museo, situado en una bella mansión del Upper East Side, que alberga una colección exquisita. Visitar el que fue hogar de Henry Clay Frick, gran magnate del acero y miembro destacado de la alta sociedad de la Gilded Age, es como entrar de pleno en el escenario de las novelas de Edith Wharton.  

Las fotografías están prohibidas en el interior del museo, a excepción del jardín
central interior. Fuente
Al entrar en una casa como esta, uno empieza a comprender el alcance de fortunas como la del señor Frick; y aún más cuando se contempla la colección de arte que consiguió reunir. Obras de Fragonard, Boucher, Constable, Gainsborough, Velázquez, Goya y Vermeer (entre otros maestros) adornan las paredes de su mansión. Todas ellas, como nos explicaba el guía, fueron escogidas con mimo y sin reparar en gastos. Frick amaba las escenas tranquilas, los paisajes y los retratos donde no cabía ni la ira, ni los temas exaltados. Hombres de gesto reflexivo y mujeres hermosas copan gran parte de su colección y forman un todo armonioso y extremadamente bello. 
Yo os animo a visitar esta colección si tenéis la oportunidad, y a que la comparéis con la experiencia vivida en el Tenement Museum. Dos realidades, dos mundos distintos cohabitando en Manhattan se abrirán ante vuestros ojos. Una realidad que desgraciadamente permanece inmutable por mucho que pasen los años.
Reconstrucción de una vivienda de emigrantes de Little Italy
y jardín interior de la mansión Frick.

A estas alturas del recorrido los pies empiezan a resentirse, por eso toca disfrutar de otros  placeres que ofrece Nueva York como las compras y la gastronomía. Fueron muchos los sitios donde comimos y, si acertamos en muchas ocasiones, fue gracias a la inestimable ayuda de mi querida Stephanie. Hacía seis años que no la veía, desde los días que pasamos juntas en Aix en Provence, mientras estudiábamos en la Universidad, y reencontrarme con ella fue uno de los mejores regalos del viaje. Nueva York no hubiera sido lo mismo sin ella. 
Ahora me toca a mi compartir las direcciones que pudimos descubrir de su mano.
Un buen brunch en The Penrose en el Upper East side, una cena tradicional en Da Andrea, un italiano delicioso cerca de Union Square; y otro incluso mejor (si eso es posible) en el Upper West Side, Gennaro. Si queréis una pizza para morir de placer en el acto id a Kesté Pizza en West Village (ya sabéis, mi barrio :D) y si lo que buscais son  hamburguesas típicas de cadena pero deliciosas y de calidad: buscad Shake Shak y Five Guys (repartidas por un montón de puntos de la ciudad). 

Ahora pasemos a los dulces. Magnolia Bakery es toda una institución en Nueva York (si sois fans de "Sexo en Nueva York" comprenderéis por qué). La verdad es que los cupcakes y los mini pies de arándanos ¡están buenísimos!  Ahora si, si queréis subir al paraíso de los golosos, apuntad rápido estas dos direcciones (sshhh no corráis mucho la voz que son solamente para neoyorquinos y allegados): Lady M Confections para el cheesecake y Levain Bakery para las cookies. Sobran las palabras.

Magnolia y cheesecake de Lady M.
Mini tiendecita de Levain Bakery en el Upper West Side. Qué olor salía de
allí ¡el nirvana!
En cuanto a las tiendas, esto ya es mucho más personal. Todo dependerá del estilo de ropa que os guste vestir o de lo que andéis buscando. La única visita casi obligatoria, además de los grandes almacenes típicos como Macy's, Bloomingdale's y Bergdorf Goodman, es Century 21 para encontrar verdaderas gangas y la macrotienda de Forever 21 en Times Square. Si os gusta vestir de forma clásica y los vestidos lady, entonces no dejéis de visitar Brooks Brothers, J. Crew, y una tienda que descubrí por casualidad y que me enamoró por completo Loft

Fijaos las dimensiones que está tomando esta entrada y todavía me dejo en el tintero la subida al Top of the Rock en el Rockefeller Center (si podéis, subid al atardecer),  los paseos por los Piers a orillas del Hudson, una visita a los Knicks en el Madison Square Garden y nuestra viaje de ida y vuelta a través del Puente de Brooklyn. Así os hacéis una idea de lo mucho que esta ciudad tiene por ofrecer y ¡encima contando solo Manhattan!

Una segunda visita se impone para que Jean y yo podamos descubrir los otros bouroughs de Nueva York y todo lo que nos quedó de Manhattan; pero no podíamos estar más felices de los días que pasamos allí ¡vimos cumplidas todas nuestras expectativas! 

Muchas cosas podrán pareceros familiares en los primeros vistazos,  pero ya veréis como una vez allí todo os resulta nuevo y excitante. 
Cada uno de vosotros descubrirá una ciudad diferente, y es que, al fin y al cabo, viajar es un asunto  personal. Uno no solo lleva consigo el equipaje de la maleta, sino la carga de lecturas, películas, canciones e imágenes que asocia al lugar al que viaja.


Atardecer en Central Park desde el Top of the Rock.
Mi Nueva York era un mosaico de montones de cosas: Five Points, Roosevelt y Ellis Island, emigrantes, pobreza y mezclas fascinantes de lenguas y culturas; de Edith Wharthon, John Dos Passos, de Truman Capote y desayunos con diamantes. Patti Smith y Robert Mapplethorpe en el Chelsea Hotel; Holly Golightly y Francie Nolan sentadas en una escalera de incendios; Diane Keaton y Woody Allen sentados una noche frente al puente de Brooklyn; Tom Hanks y Meg Ryan en la tienda de la vuelta de la esquina; un joven Vito Corleone deshaciéndose del mafioso Fanucci; Daniel Day Lewis imponiendo terror y ley como Bill el carnicero; Carrie, Miranda, Charlotte y Samantha compartiendo amores y brunchs interminables; Blair y Serena y sus problemas de niñas ricas… historias de finales más o menos felices, que comparten el espacio de una ciudad mágica e inspiradora.

Mi maleta de Nueva York vino bien llena antes de llegar y se fue aún más colmada. Cargad bien la vuestra antes de llegar a Manhattan y no os preocupéis, en estas cosas  de la imaginación y los buenos recuerdos, no hay límite de equipaje.

Un abrazo muy grande a todos.
Hope to see you soon New York!
PD. Todas las palabras marcadas en azul son enlaces de contenido.
PD1. ¿Pensabais que me olvidaba de las librerías? ¡Ay, como si no nos conociéramos! Muy pronto tendréis la entrada de las librerías neoyorquinas que visité y los libros que traje conmigo en la maleta. 

sábado, 4 de julio de 2015

Mañana puede ser un gran día de Betty Smith

Edición de Lumen
Como ya os comentaba en las notas de mayo, la publicación de Mañana puede ser un gran día (supuesta continuación de Un árbol crece en Brooklyn) fue para mi una de las mejores noticias literarias de los últimos meses. Todos los que hayáis leído y disfrutado de Un árbol crece en Brooklyn (reseña) entenderéis el entusiasmo, ¡uno no se cruza con libros como ese todas los días!

Así que, aún teniendo esperando en la estantería otro libro de Betty Smith Joy in the Morning, me lancé como loca a leer mi nueva adquisición. 

Volví pues al Brooklyn de principios de siglo XX para seguir los pasos de Margy Shannon, hija única de una familia humilde, que está empezando a abrirse camino en la vida adulta. Margy trabaja en una agencia de venta por correo bajo la dirección del estricto y cálido Sr. Prentiss y allí, entre sus compañeras, encuentra los beneficios de la camaradería y de la independencia. 
El pequeño sueldo que gana le permite soñar, como al resto de empleadas, con una espléndida vida futura: buenos vestidos, una buena casa y como no un feliz matrimonio, la meta natural de cualquier chica. 

Este camino parece trazarse ante ella cuando conoce al responsable y silencioso Frankie Malone.  Pero muy pronto la realidad dará cuenta del sueño y la vida prospera y feliz que ansiaba Margy, resultará mucho más gris y dolorosa.


Compañeras ¿qué nos deparará la vida?
Una vez leída la novela, me permito contestar firmemente que Betty Smith concibiese a Margy como la versión adulta de Francie Nolan. Quizá sea el inmenso cariño que siento por Francie lo que me lleva al rechazo, pero ¡deseaba con tanta fuerza un mejor destino para ella! Al menos que no hubiese tenido que soportar tantas esperanzas rotas. 
Y es que Mañana puede ser un gran día es una historia melancólica, que oscila entre contadas alegrías y demasiados sinsabores. Es uno de esos relatos de incisivo realismo que, a pesar de ser difícil de digerir, necesitamos leer de vez en cuando como antídoto a la ensoñación.
Betty Smith no escribe para facilitarnos la evasión; al contrario, nos da una bofetada en la cara diciendo: ¡Despierta! ¡Así las da la vida a veces! 

La visión realista de ese Brooklyn popular también aparecía en Un árbol crece en Brooklyn; pero la mirada de la infancia, esa capacidad de maravillarse con pocas cosas, no sobrevive a las circunstancias de la edad adulta. Casi todos los personajes de Mañana puede ser un gran día han visto quebrarse muchas de sus ilusiones. 
Así sucede con las dos familias protagonistas los Shannon, padres de Margy, y los Malone, padres de Frankie; con las compañeras de oficina de Margy e incluso con los anónimos que deambulan por las distintas escenas del libro. 
Mientras leía no podía evitar verles como los protagonistas de las fotografías de Lewis Hine, Jacob Riis o Dorothea Lange. Hombres y mujeres, derrotados por la vida, engullidos por la indiferencia de la gran ciudad.  Padres vencidos que luchan por ver triunfar a sus hijos, personas que intentan aferrarse a algo en lo que creer para soportar la pesadumbre; y en medio de todos ellos, ese ramillete de esperanzas que albergan las jovencitas como Margy. Ese sueño americano que en su caso se limita a encontrar un compañero y la felicidad conyugal. La feliz promesa que el mundo ofrecía entonces a la mujer.

Es cierto que Betty Smith lanza pequeñas denuncias en la novela sobre la discriminación de clase y sobre la hipocresía del sueño americano, pero ninguna resulta tan potente como el retrato del matrimonio que traza a través de la experiencia de Margy. Los pasajes más hermosos de la novela están consagrados a este cometido. Nunca olvidaré la forma en que Henny Shannon, mira a su hija dormida la víspera de su boda (él que conoce tan bien los estragos de un matrimonio infeliz) o el momento en el que Margy se despide de la casa de sus padres. 

Betty Smith
"Los años que había pasado en aquella casa no habían sido muy felices, pero habían rebosado de esperanzas. Le había parecido que todo lo bueno se hallaba al alcance de la mano, a la vuelta de la esquina. Al casarse había doblado una esquina. Si bien lamentaba no haberlo hecho, le entristecía tenerla ahora detrás en lugar de delante. Era una cosa menos con la que soñar."

En Mañana puede ser un gran día, Betty Smith sobresale de nuevo en la caracterización de sus personajes, en capturar esos pequeños instantes de vida que pasan desapercibidos a ojos distraídos; y aunque  no tenga la misma intensidad, ni la capacidad para conmover de Un árbol crece en Brooklyn, ha resultado ser una buena novela que estoy segura no os dejará indiferentes. 

¡Muy felices y calurosas lecturas a todos!

PD. Si os animáis con Betty Smith, os recomiendo empezar con Un árbol crece en Brooklyn. Mañana puede ser un gran día quizá resulte una lectura demasiado agridulce y no desearía por nada del mundo que os perdierais la historia de Francie Nolan.

jueves, 2 de julio de 2015

Lecturas de verano 2015


Por fin llegó el verano para mi y de que manera.  Desde que llegué a Alicante hace dos días vivo en una sesión eterna de sauna finlandesa. ¡Madre mía qué calor hace en la terreta! Ya lo dicen los sabios del lugar, que son marineros de espíritu y conocedores de los vientos y sus rigores: mala combinación cuando sopla el poniente y se casa con la humedad propia de esta tierra. 
Pero, que le vamos a hacer, en este tránsito continuo de estaciones es lo que toca; armaos del kit básico: abanico, refresco helado al gusto, sombrero a la cabeza y... a buscar la bendita sombra. 

Sabéis, yo me quejo mucho del bochorno y echo de menos mis días de mantita y calcetines, pero en el fondo siento como mi cuerpo y mi espíritu acogen con alegría los rayos implacables de este sol mediterráneo. Aunque me cueste dormir por las noches y reniegue  de los rigores del verano, creo que me vendrán bien estos días llenos de luz, de sal, de energía y, como no, de largas lecturas.

Como ya es tradición, abro mi maleta lectora estival y os animo a que le echéis un vistazo. Quizá coincidamos en algún título o descubráis con placer alguno apetecible. En todo caso, ya haremos cuentas en septiembre de lo mucho que den de si los elegidos.

Foto de familia en casa.
El primero de ellos es una biografía de Daphne du Maurier que está teniendo muy buena acogida en Francia, Manderley for ever de Tatiana de Rosnay. Me fascinan los universos que Daphne creó en sus novelas (adoré Rebeca y disfruté mucho con Jamaica Inn) y creo que adentrarme en su vida personal será una aventura comparable.

En mi maleta no podía faltar una lectura ligera para leer a pie de playa, así que voy a darle una oportunidad a Frances Parkinson Keyes y a su novela Camelia azul:  la historia de una joven pareja de Nueva Inglaterra que, a finales del siglo XIX, deja atrás hogar y familia para probar suerte en las tierras dulces y en apariencia apacibles de Luisiana.  
Di con esta autora en uno de mis vagabundeos por las librerías de ocasión y, aunque no se como de exitoso resultará nuestro encuentro, espero que se revele como una nueva D.E Stevenson. Una de esas autoras a las que acudir en busca de confort, tranquilidad y placer. 

Una visita al Oeste es imprescindible y después de Cartas de una pionera necesitaba volver a viajar de la mano de Elinore Pruitt Stewart. Esta vez con Cartas de una cazadora nos vamos de cacería y, para mayor placer, nos acompañan otras mujeres de la frontera como Calamity Jane o Laura Ingalls. Muero de impaciencia por emprender el viaje.

Y sin alejarme del Oeste de Estados Unidos creo que ya era tiempo de volver a Steinbeck. Se que Al este del Edén se perfila como una de las mejores lecturas que voy a tener este año, por eso quiero saborearla despacio, sumergiéndome por completo en ese lejano valle de Salinas. Que sean los Hamilton y los Trask, las dos familias protagonistas de la historia, quienes marquen mi verano de 2015.

El verano armoniza a la perfección con la evasión que proporcionan las grandes historias, pero yo no soy nada sin mis lecturas intimistas, sin esas historias hechas de pequeños momentos cotidianos; así que autores como Rosamond Lehman y Katherine Mansfield no podían faltar en mi maleta. Una jovencita invitada por primera vez a una puesta de largo dará el tono a Invitación al baile y los recuerdos felices de un día en familia y de la infancia perdida harán lo propio en Preludio y En la bahía.

Y para terminar una relectura que me va a saber a gloria. La historia de Valancy Stirling  o El castillo azul necesitaba de unas manos entregadas y cariñosas para ver la luz; para que llegase a todos los lectores hispanohablantes con el brillo que merece. Y en esta misión los responsables de la editorial d'Epoca y nuestras queridas Almudena y Carmen han cumplido el encargo con honores. Es un placer para mi tener por fin entre las manos este precioso libro. Enhorabuena a todos por vuestro magnífico trabajo. 

Aquí podeis leer la reseña de la novela.
De momento estos son los libros que me van a acompañar estos meses. Solo me queda desearos un muy feliz inicio de verano y muy felices lecturas a todos.