Una tarde con Barbara Pym |
No os estaré descubriendo América si os hablo de las afinidades lectoras. Un mismo libro, poco importa su fama, puede encontrar defensores y detractores acérrimos. Unos y otros podremos hablar sobre si está mejor o peor escrito; si estamos ante una obra maestra de obligada lectura o una novelita de tres al cuarto, cuya lectura nos rebaja como lectores. Pero más allá de los debates sobre la buena o la mala literatura, peliagudos y a menudo estériles en estos niveles del "lector común" donde nos movemos, yo lo que prefiero es hablar de afinidades lectoras.
¿No os parece que ciertos escritores nos apelan? ¿Qué nos hablan directamente a través de sus novelas, como si por milagro, hubiesen sido escritas especialmente para nosotros? Creo, sin miedo a equivocarme, que muchos de vosotros habréis vivido esa sensación placentera.
Y es que así es, algunos escritores son capaces de crear una atmósfera, un universo personal en el que simplemente nos sentimos a gusto. Os pongo un ejemplo. Uno de mis escenarios favoritos, tanto en la vida real como en la imaginaria, tiene como protagonistas una casa (o un pequeño apartamento) y las personas que viven en ella. En ese escenario disfruto observando estampas ordinarias y realistas, en las que dramas más o menos grandes alternan con pequeños placeres cotidianos. Quizá por eso me gustan tanto las novelas de Barchester de Anthony Trollope, las crónicas de Cranford de Elizabeth Gaskell, los relatos apacibles de D.E Stevenson, los días pasados en Edimburgo con Alexander McCall Smith, y las intrigas universitarias de Alison Lurie.
Pero de entre todos esos universos literarios (hechos de pequeños grandes nadas), si tuviese que escoger, optaría sin dudarlo por el de Barbara Pym.
Bien sea en Londres o en algún pequeño pueblo de provincias, existen unas constantes en la obra de Barbara, que la hacen reconocible al instante y a mi me hacen sentir en casa. Sus novelas tienen siempre los mismos protagonistas: profesores e investigadores del mundillo de la antropología, vicarios y sus respectivas esposas, damas de iglesia, secretarias, viudos y en especial mujeres solteras. Todos ellos interactúan en una sucesión de tardes de té, ventas benéficas y otras actividades parroquiales; en comidas de cafetería o en veladas caseras y en tareas domesticas rutinarias. Un mundo pequeño y cerrado en cuyo centro suele situarse una de esas heroínas Pym, que tan bien reflejadas quedan en su novela "Mujeres excelentes". Mujeres de mediana y no tan mediana edad que se debaten entre su apacible soledad y la excitante posibilidad de encontrar un hombre adecuado. "Heroínas" que luchan contra las crisis de la vida taza de té o de Ovaltine en mano.
Quería que esta entrada fuese una muestra de mi afecto por Barbara y una invitación a que la descubrais vosotros mismos, dejando un poquito más claro aquello que podéis encontrar en sus novelas.
Pero de lo que si estoy segura es de que en el caso que disfrutéis con una de sus novelas, habréis encontrado un refugio seguro al que volver una y otra vez. Las novelas de Barbara no son únicamente libros para un mal día. Su humor inteligente e incisivo; su talento para demostrar que una mujer moderna puede ser capaz de vivir aventuras y conseguir una vida plena, aún cuando los planes no han salido como lo esperado, aún cuando el mundo se reduce a una serie de lugares comunes; y su enorme capacidad de observación del mundo que la rodea, hacen de sus novelas un inestimable testimonio de la vida de las clases medias inglesas de los años 50 y 60.
Barbara Pym |
Las novelas de Miss Pym no serán material de best-seller, pero ni falta que les hace. Empecemos por atesorarlas unos cuantos y corramos la voz en busca de nuevos adeptos.
¡Muy felices lecturas a todos!
PD. Aquí podéis leer mis reseñas de "Mujeres excelentes" y de "Some tame Gazelle".