jueves, 31 de diciembre de 2015

Lecturas 2015


Si tenéis la oportunidad de leer Footsteps de Richard Holmes, no lo dejéis escapar.

Ya está aquí el último día del año y llega el momento de charlar tranquilamente con vosotros y hacer balance de lo que leído en 2015. Este año he aumentado un poquito la cifra y he llegado a un total de 61 libros. De nuevo han vuelto a imponerse las escritoras frente a sus homólogos masculinos y en cuanto al nivel de satisfacción, se mantiene la tónica de años anteriores: buenos momentos de lectura, grandes descubrimientos para mi y, afortunadamente, contadas decepciones.

Echando la vista atrás creo que lo único que he echado en falta este año ha sido la lectura de una gran novela (tanto en extensión como en nivel de satisfacción literaria) en la que habitar. En 2013 me ocurrió con La saga de los Forsyte, en 2014 con Middlemarch y este año tendría que haber sido el año de Guerra y Paz, pero me vi privada de ese gran momento de lectura por la elección de una mala edición de la novela. Así pues, temo que el año Tolstói tendrá que posponerse a 2016 y ¿quién sabe con que otros novelones de peso tendrá que competir?

La casa de la alegría me reconcilió a lo grande con Edith Wharton y A Town like Alice me
encantó en su primera parte, pero decayó en la segunda mitad cuando la acción se traslada a Australia.

Otro de las tendencias que siguen la senda de 2014 es la fecha de publicación de la mayoría de los libros que he leído. De nuevo el siglo XX vuelve a imponerse al siglo XIX, y el avance de mi Century of Books tiene mucho que ver en ello. En 2015 he añadido catorce títulos a mi lista y no podéis imaginar la ilusión que me hace verla crecer año tras año. Poquito a poco voy consiguiendo ese siglo XX literario hecho a mi medida, y ya estoy deseando ir a la búsqueda de nuevos ejemplares para los próximos doce meses. 
Como no podía ser menos algún título Persephone se sumará a la lista, tal y como este año han hecho Someone at a distance de Dorothy Whipple y Lady Rose and Mrs. Memmary de Ruby Ferguson, dos lecturas inolvidables que disfruté muchísimo a pesar del poso de tristeza y melancolía que dejaron en mí.

Un año más vuelvo a Anne Shirley, mi amiga del alma, y a Barbara Pym, uno de
mis refugios favoritos.

2015 ha sido un año lleno de emociones encontradas. He leído muchos de esos libros amables que tanto me gustan y tanto bien hacen cuando uno se siente triste, como Las cuatro gracias de D.E Stevenson, El castillo azul y Ana la de la isla de Lucy Maud Montgomery o Flores para la Señora Harris de Paul Gallico; pero también lecturas duras y comprometidas que han removido mi conciencia y afianzado los principios que defiendo y me comprometo a seguir defendiendo como La jungla de Upton Sinclair y Mujeres sin pareja de George Gissing

Pero sin duda el mayor regalo que me ha dejado este año ha sido descubrir a dos autoras que se han convertido para mi en una fuente inagotable de inspiración, Willa Cather y Katherine Mansfield. ¡Que daría yo por conseguir escribir aunque solo fuese una sola de sus líneas! Me maravilla la perfección con la que ambas analizan la naturaleza humana, la belleza y la sensibilidad que desprende cada una de sus descripciones. Mucho me temo que no descansaré hasta haber leído toda su obra al completo.

Otra mención especial merecen Muriel Spark, a la que he tenido el inmenso placer de descubrir este año y Betty Smith, una vieja conocida que me enamoró con su árbol de Brooklyn y que ha conseguido cautivarme con otras dos de sus novelas Mañana puede ser un gran día y Joy in the morning. Sin duda este ha sido el año de Nueva York. Preparé mi viaje leyendo obras ambientadas en sus calles y volví de allí deseando leer nuevas historias de la gran manzana. Así cayeron Manhattan Transfer de John Dos Passos, Ragtime de E.L Doctorow, La casa de la alegría de Edith Wharton, Ventanas de Manhattan de Antonio Muñoz Molina, The Outward Door de Millen Brand, Sheila Levine ha muerto y vive en Nueva York de Gail Parent, y Letter to New York de Helene Hanff.

Y para poner el broche final al 2015, nada mejor que la selección de mis mejores lecturas del año. Esta vez me ha sido imposible limitarme a cinco títulos, así que aquí tenéis mis siete elegidos. Algunos de ellos he podido reseñarlos en el blog (os dejaré el enlace abajo), otros quedaron ausentes por falta de tiempo, pero prometo hacerles justicia y recomendárnoslos   con honores durante el mes de enero. 

En la bahía, Testament of Youth, Curriculum Vitae, Qué verde era mi valle, Joy in the morning,
Pioneros y Pêcheur d'Islande (pinchad en los títulos para acceder a las reseñas).
Y ahora si, solo me queda despedirme del 2015 deseándoos a todos un muy feliz 2016. Como siempre ha sido un enorme placer compartir otro año de lecturas, emociones y buenos momentos con vosotros. Estoy segura de que el año próximo estará bien cargado de todos ellos ¡ya lo veréis! Un beso enorme y mis mejores deseos para todos.

jueves, 24 de diciembre de 2015

¡Feliz Navidad!


"Happy, happy Christmas, that can win us back to the delusions of our childish days; that can recall to the old man the pleasures of his youth; that can transport the sailor and the traveler, thousands of miles away, back  to his own fire-side and his quite home!"

Me hubiera gustado traduciros esta cita de Dickens para que todos pudierais entenderla, pero por miedo a desvirtuar su precioso significado he decidido dejarla en inglés. Creo que con un poquito de suerte podréis descifrarla sin dificultad. 

Cuando la leí supe que tenía que compartirla con vosotros, porque todo lo que para mi representa la Navidad, esta encerrado en esta frase. En ella tienen cabida el recuerdo, la niñez, la ilusión, los reencuentros y ante todo el hogar.

Todas estas cosas no pueden tasarse con valor de mercado y afortunadamente están al alcance de todos (o espero y deseo que de casi todos).  Esa es la Navidad que yo os deseo; una llena de risas, de agradables conversaciones en torno a una mesa o junto al árbol de Navidad, de detalles y abrazos compartidos y de toneladas de alegría.

Para lograrlo, la formula no puede ser más sencilla. Solo hacen falta varias personas y un único deseo: compartir. No existe fórmula más infalible, la felicidad que ofreces a los demás es aquella que recibes de vuelta, y ojalá en estos días deis y recibáis montones de ella.     ¡Feliz Navidad a todos!

lunes, 21 de diciembre de 2015

Preparativos antes de Navidad y algunos libros nuevos

Un año más, Navidad en París
¡Hola a todos! 
Creo que ya os lo he dicho muchas veces, pero no puedo evitar repetirme ¡adoro el mes de diciembre! 
Septiembre me gusta por los nuevos comienzos y octubre por sus preciosos colores, pero sin duda mi época favorita del año es esta. Diciembre está lleno de pequeñas tradiciones que me encanta respetar año tras año; de detalles y costumbres que traen a mi memoria algunos de los momentos más queridos de mi infancia. Quizá por eso lo espero siempre con tanta ilusión.
Este año he vuelto a cumplir con el calendario de adviento, con el montaje de mi mini árbol, con la búsqueda de regalos y, como no, con los paseos nocturnos bajo las luces navideñas. Sin embargo, estos preparativos en París son solo el primer acto de lo que está por venir; del mejor momento de todos, el de la vuelta a casa. El día 23 Jean y yo volamos hacia Alicante y estamos desesperados por que llegue el momento de aterrizar.

Ahora que la Navidad ya está a la vuelta de la esquina, no quería irme de Francia sin compartir con vosotros algunas cositas. La primera de ellas es enseñaros algunas de las decoraciones navideñas de este año, en especial la del gran abeto de las Galeries Lafayette. El momento en el que se desvela su decoración es todo un acontecimiento para los parisinos, y lo cierto es que año tras año consiguen impresionarnos. Ya son cuatro los abetos que he visto desde que llegue aquí; el primero estaba decorado con diamantes, el segundo con flores y animales, el tercero (invertido) fue sin duda el más original y este, ha sido el año  del espacio; de sus planetas, estrellas y satélites. ¡Cómo se nota que Star Wars está de regreso!
Los abetos de los tres últimos años. El de esta Navidad podéis
verlo en las fotografías que abren la entrada.
Otra de las cosas que quería enseñaros son los últimos libros que he ido incorporando a mis estanterías; los últimos del año. Algunos vinieron conmigo desde España en la maleta de noviembre y otros provienen de  mis recientes correrías por las librerías parisinas. Tres son nuevos y cinco de ocasión. Os los presento con más detalle.

A falta de frío y de nieve en la vida real...yo misma me encargo de ponerla 
El primero de ellos es Ennui de Maria Edgeworth, un clásico del siglo XVIII que estaba deseando comprar desde que lo vi en el catálogo de Ático de los libros. La novela cuenta la historia de un joven conde quién, víctima del aburrimiento, decide emprender un viaje a Irlanda. Allí  es donde precisamente encontrará los antídotos contra su mal: amor, aventuras y un trabajo. 

En cuanto a Ana y la casa de sus sueños de Lucy Maud Montgomery creo que necesita poca presentación. Este es el quinto libro de la saga de Anne Shirley y tenía que traerlo conmigo. Todavía tengo pendiente releer el cuarto tomo Ana la de Álamos ventosos, pero creo que los reservaré ambos para la próxima primavera. Creo que es la mejor época del año para leer las aventuras de Ana.

Una compra impulsiva se coló también en mi cesta, La viola de Tyneford House de Natasha Solomons. Escudriñando entre las estanterías de la Fnac de Alicante vi varias ediciones muy bonitas y llamativas de la editorial Alianza. Si no recuerdo mal los títulos eran Un invierno en París de Imogen Robertson, Los secretos de la felicidad de Sarah Dunn y La viola de Tyneford House. La sinopsis de esta última hizo que me atreviese a comprarla sin conocer a la autora y sin saber nada más. Una refugiada austriaca consigue salir de Viena en 1938 y llegar a Inglaterra. Ya sabéis IIGM e Inglaterra, suficientes ingredientes para tentarme.

De islas y marineros.
Y después de las compras de libros nuevos pasamos a los de ocasión. El primero que compré en The Abbey Bookshop fue The house by the Thames de Gillian Tyndall. Me encantó la premisa de este libro, contar la historia de Londres a través de los avatares de una vieja casa situada a orillas del Támesis. 
Cómo esta se fue transformando desde los tiempos de Shakespeare hasta los días grises del Blitz, y como sus habitantes vivieron y observaron los acontecimientos a través de sus ventanas. Ya os contaré si parece tan apasionante como aparenta. 

Después le llegó el turno a Sarnia de G.B. Edwards ¡cuánto tiempo le he estado dando largas a este libro! Dí con él cuando me puse a buscar historias ambientadas en la isla de Guernsey (la sombra de El país del delfín verde es muy alargada), y a pesar de tenerlo bien anotado fui posponiendo eternamente su compra. Al final lo vi en Gibert por tres euritos y lo traje conmigo. Esta es la historia de un excéntrico personaje Ebenezer Le Page; un pescador muy observador, que dejó anotado en un cuaderno su historia y la de su isla, desde 1880 hasta 1960.  Veremos si me arrepiento de haber esperado tanto para leerla.

Y una nueva adquisición para mi biblioteca Edith Wharton, Las bucaneras.  Mi relación con Wharton se remonta muchos años atrás, cuando leí La edad de la inocencia. No se si es porque lo leí siendo muy joven, pero recuerdo que la novela me gustó sin más. Tuvieron que pasar muchos años para que le diese de nuevo una oportunidad a Wharton y esta vez si que fue la buena. El pasado mes de mayo leí La casa de la alegría y adoré ese libro (a ver si en estos días cuando esté en Alicante recupero mis notas sobre él y hago una pequeña reseña; me gustó tanto que me sabe muy mal no dedicarle su propia entrada). Después de este coup de coeur necesitaba seguir descubriendo la obra de Edtih y esta vez  le he dado una oportunidad a Las bucaneras. La historia de un grupo de ricas herederas americanas quienes, a finales del siglo XIX, parten a Inglaterra en busca de marido y posición. Presiento que me va a gustar muchísimo.

El último título de ficción recae en todo un clásico francés al que he llegado de forma
Un auténtico regalo.
inesperada, Pêcheur d'Islande de Pierre Loti. Ya lo he leído, he disfrutado de cada una de sus páginas y se ha convertido en una de mis mejores lecturas del 2015. No voy a deciros más porque tendrá su propia y merecida entrada.
Y el broche final lo pone Entre les livres de Virginia Woolf. Ya sabéis que adoro a Virginia, aún más desde que leí sus diarios de adolescencia. Encontré este libro en Gibert y me fue imposible no comprarlo. 
En él se recogen las primeras críticas literarias que Virginia escribió en distintos periódicos y revistas. Gracias a ellas consiguió los primeros ingresos de su pluma y empezó a abrirse camino en el mundo literario londinense. Sobran las palabras, tenía que tenerlas conmigo.

Hasta aquí el repaso al montoncito de libros. Espero poder dar buena cuenta de ellos en 2016 y compartir impresiones con vosotros en los próximos meses. 
La última cosa que quería  contaros antes de ponerme a hacer las maletas y dejar el piso adecentado hasta la vuelta, es el título de mi próxima reseña. La última del año y sin duda la que ha sido una de las lecturas más importantes de mi 2015, Testament of Youth de Vera Brittain. Si consigo tenerlo todo listo podréis leerla el próximo miércoles. Espero de corazón que disfrutéis de la entrada y que consigamos entre todos hacer que alguna editorial se atreva a traducirlo al castellano.

Me despido pues hasta el miércoles con un beso enorme para todos. 
Muy felices lecturas y felices preparativos navideños.

¿Ya tenéis todos el árbol, el acebo y el muérdago preparados? ¡Rápido que ya queda
nada!

miércoles, 16 de diciembre de 2015

El castillo en la colina de Elizabeth Goudge

Novela+mantita = combinación ganadora
Como os dije en las notas de noviembre, me costará mucho olvidar la lectura de este libro. Fue el primero que conseguí terminar después de las semanas tristonas que siguieron a los atentados, y lo cierto es que no me sorprende. Elizabeth Goudge siempre es un refugio seguro para mi; me reconforta tanto como esas pequeñas costumbres cotidianas que me alegran el día a día. 

Hace unos años llegué a ella gracias a la lectura de "El país del delfín verde", y desde entonces, soy incapaz de entrar en una librería de ocasión y no buscar entre las estanterías alguna de sus novelas. Así es como, poquito a poco, conseguí reunir mi actual colección Goudge de ficción y hacerme con un ejemplar de su autobiografía "The joy of the snow"


Hace apenas unos días, descubrí con sorpresa que Hendrickson Publishers está reeditando en inglés  muchas de las novelas de Elizabeth; pero mucho me temo que leerlos en español sea una misión algo más complicada. Los libros de Elizabeth llevan muchos años descatalogados en nuestro idioma y, aunque me duela,  es algo que entiendo perfectamente. Con Elizabeth Goudge me sucede lo mismo que con Barbara Pym, las adoro a ambas, pero me es muy difícil recomendarlas. Son, por así decirlo, especiales. Especímenes raros y anticuados que difícilmente podrían encontrar un hueco en el mundo literario actual. Y sin embargo... qué placer encontramos algunos entre las páginas de sus novelas.

"El castillo en la colina", ambientado en los primeros años de la IIGM, es un buen ejemplo de ello.

La historia se inicia con una emotiva escena. Dolores Brown, una mujer soltera de mediana edad está sentada en un banco en medio del bullicio londinense. Vencida y triste no puede evitar pensar en su aciago presente.  No solo acaba de perder a sus padres, sino también la casa familiar (reconvertida en pensión) que le servía de hogar y sustento.  Sin trabajo y sin lugar donde refugiarse en ese Londres asediado por los bombardeos, se siente perdida. Es entonces cuando la melodía de un violín la saca de su ensimismamiento. El que toca es Isaacson, un judío otrora músico celebre, que ha conseguido escapar de Viena y refugiarse en Inglaterra. De pronto los caminos de estos dos desconocidos convergen en un tren con destino a Devon; y con ellos el de dos niñas y el de un aristocrático erudito, propietario de un imponente castillo.


Niños evacuados en varias estaciones londinenses. En el cuello llevaban
colgada una etiqueta donde se especificaba el nombre del pasajero, su domicilio,
su estación de salida y su estación de destino. En una de las fotografías un policía
comprueba la etiqueta de un niño.
"Los pequeños ofrecían un aspecto conmovedor y atractivo al verles cogidos de la mano de sus cuidadoras y de sus madres; de esas mismas de las que habrían de separarse al cabo de breves momentos. Tenían los ojos desmesuradamente abiertos por el miedo, llevando a la espalda sus juguetes y la máscara antigás; los bolsillos repletos de alimentos y de algunas cartas. "

Estos niños evacuados, las víctimas de los bombardeos aéreos, las gentes de toda categoría social unidas por la guerra, son los auténticos protagonistas de "El castillo en la colina"Elizabeth Goudge captura a la perfección este ambiente tenso de las calles de Londres y otros puntos de Inglaterra; la desesperación, la angustia y la impotencia de sus habitantes. Todos han perdido algo: un hogar, un ser querido, un puesto de trabajo... algunos hasta la posibilidad de volver a su país de origen como Isaacson. 
Por eso "El castillo en la colina" es un libro melancólico, e irremediablemente está teñido de una atmósfera gris. 

Por fortuna, y tratándose de una obra Goudge, pronto aparecen una serie de elementos que ayudan a contrarrestar el drama. Ahí es donde entran en juego el calor humano, la solidaridad y la esperanza que esta trae consigo. Eso es lo que encuentran los personajes protagonistas al encontrarse reunidos entre los muros del castillo del profesor Birley. En su nuevo refugio son capaces de reflexionar sobre sus miedos y nos hacen partícipes de sus respectivos pasados. Quizá no sean capaces de conversar demasiado los unos con los otros (una interacción que a veces he echado en falta). Pero nosotros espectadores privilegiados, penetramos entre los muros del castillo, en cada habitación y en cada corazón, siendo conocedores de todo.

Somos así testigos de la soledad de Dolores, una mujer acostumbrada a cuidar de los demás; de la desesperación de Isaacson, tentado a poner fin a su vida de músico callejero perseguido; de los sabios consejos de la Sra. Heather, y como no, de los sentimientos y caracteres opuestos de Ricardo y Stephen, los sobrinos del profesor Birley y herederos del castillo en la colina. Estos dos hombres, enfrentados por su forma de ver la vida, por el amor de la misma mujer y la forma de encarar la guerra  se convirtieron en mis personajes favoritos. Mientras que Ricardo, piloto de la RAF no duda en arriesgar su vida, Stephen es un acérrimo pacifista. Revolución y tradición se van confrontando en cada una de las apariciones que los hermanos hacen en la novela y finalmente será la guerra la que con sus terribles golpes y perdidas, consiga remover los principios que ambos creían tener tan asentados.


Acuarela de Donald H. Edwards conservada en el V&A Museum. (1942)
Elizabeth Goudge escribió "El castillo en la colina" entre 1940 y 1941, año en que fue publicado. Entre sus páginas es fácil encontrar signos de patriotismo y la clara intención de homenajear todo lo que Inglaterra representaba para ella. Sirviéndose del castillo en la colina como alegoría, lo alzó majestuoso frente al fascismo enemigo e hizo de sus personajes, provenientes de todas las clases sociales, el retrato completo de la sociedad inglesa. Hizo que todos y cada uno de ellos, alejados de la guerra en la campiña de Devon (pero tocados irremediablemente por ella), fueran conscientes de su deber de preservar algo para el mundo nuevo que naciese tras el conflicto: la solidaridad, la voluntad de reformar el país, la necesidad de escribir la historia reciente para que las nuevas generaciones fuesen testigos de los horrores del pasado...si os fijáis bien, unos elementos que muestran claramente la firme convicción de Elizabeth Goudge de que los aliados vencerían la guerra.

Todos estos aspectos me hicieron pensar enseguida en otra novela también escrita y publicada durante los primeros años de la IIGM de la que ya os hablé con anterioridad, "The english Air" de D.E Stevenson. Al igual que "El castillo en la colina", es una buena obra de ficción y un testimonio inestimable de la vida cotidiana de los ingleses durante los primeros años del conflicto. Quizá ambas pequen de demasiado patriotismo, pero dado el contexto en el que fueron escritas, es algo comprensible. 
Elizabeth Goudge fotografiada en el
jardín de su casa
Si estáis interesados en el periodo, os invito a leer cualquiera de las dos novelas. Quizá yo tenga una ligera preferencia por "El castillo en la colina", pero seguro que acabaréis       satisfechos con cualquiera de ellas. 

Mi último apunte va para todos aquellos primerizos que decidan descubrir la obra de Elizabeth Goudge. Después de leer varias de sus novelas, creo que la mejor puerta de entrada es "El país del delfín verde". Aquí podéis leer mi reseña. Le tengo un especial cariño por lo mucho que disfruté de esta lectura. Si la magia opera, sed entonces bienvenidos al universo Goudge

Un abrazo y muy felices lecturas a todos.

PD. "El castillo en la colina" ocupa el año 1941 en mi Century of Books.
PD1. No podía despedirme sin avisaros de algo. Los libros de Elizabeth Goudge tienen un importante componente religioso. Para mi no supone un problema mayor, aunque me resulten pesados ciertos pasajes de sus novelas. De todos modos creo que podéis pasar por encima de ello sin problemas. En el caso de "El castillo en la colina" las referencias al consuelo de la religión y la importancia de Dios están reducidas a las últimas páginas de la novela. ¡Aleluya por eso! :)

jueves, 3 de diciembre de 2015

Notas de noviembre

Después de unas semanas tristes y vacías, por fin he recuperado fuerzas y aquí estoy de nuevo. Me hubiese encantado escribir antes, pero de veras que me resultaba imposible hilar dos líneas seguidas. Para despedir este aciago noviembre, aquí teneis unas cuantas notas de las (pocas) cosas que me han gustado y he podido disfrutar este mes. Vamos allá.

- A principios de noviembre pude visitar la nueva exposición temporal del Palais Galliera "La mode retrouvée". Una muestra que recoge las más exquisitas prendas del armario de la célebre Comtesse Greffulhe. Musa de Proust, a quién inspiró el personaje de Oriane; modelo de belleza e icono de estilo, la Comtesse Greffulhe encarna en si misma todo el esplendor de la Belle Époque. Ya sabeis que este breve lapso de tiempo, que discurre entre 1871 y 1914 aproximadamente, es mi favorito en lo que a indumentaria se refiere, y ver reunidos los más imponentes vestidos de Lanvin, Worth, Doucet y Poiret fue una experiencia maravillosa.  


Instantáneas de la exposición.
- Otra de las cosas con la que más disfruté en noviembre fue el cine. Vi bastantes películas porque perderme en la pantalla era una de las cosas que más me reconfortaba. No más noticias, no más discursos. Solo algunas de mis películas favoritas: El bazar de las sorpresas, Sabrina, Con faldas y a lo loco, Mary Poppins... y un valioso descubrimiento, Mustang de Deniz Gamze ErgÜven; una película turca que descubrí gracias a Violeta
Mustang cuenta la historia de cinco hermanas que crecen en un pequeño pueblo turco a orillas del mar negro. El paso de la niñez a la adolescencia y sus deseos, el peso de las tradiciones, las ansias de libertad...todo está perfectamente dibujado en esta película de delicada belleza. Pocas alabanzas puedo añadir a las que ya apuntó Violeta. Tenéis que verla.


Preciosas fotografías de la película

- Y sin duda, lo que más ilusión me hizo en noviembre fue hablar de mi pequeña biblioteca particular en el blog Notas para lectores curiosos. Cuando Elena me propuso participar apenas podía creérmelo y me ha encantado aportar mi granito de arena. Aquí podéis leer la entrada y escudriñar un poco entre mis estanterías. 


Mi rincón de la literatura inglesa.

La pintura del mes no podía ir dedicada a nadie más que a París. Jean Béraud pintó como pocos  el espíritu de la ciudad y de sus gentes. La vida fluye tranquila en sus lienzos, en escenas de la vida cotidiana, como esta capturada a las puertas de un teatro. Centro neurálgico de la vida cultural y social parisina.


Primeros días de invierno capturados en Le boulevard des Capucines devant
le Théâtre du Vaudeville
Imágenes llenas de vida y alegría que podes disfrutar también en este excepcional vídeo filmado por las calles del París de los años 20. 

Y para terminar, como de costumbre, lo leído durante el mes. Para que os hagáis una idea, los tres primeros libros los leí antes del día 13. Después, imposible leer nada, por más que lo intentase. La concentración y la calma necesaria para la lectura brillaban por su ausencia. El momento en el que volví a perderme entre las páginas de un libro llegó con El castillo en la colina de Elizabeth Goudge; quizá por eso recordaré con muchísimo cariño este título.


Pocos, pero bien escogidos.
Tren nocturno a Lisboa de Pascal Mercier fue uno de los libros que me recomendasteis a principios de año en la lista del aniversario del blog. En este caso fue una recomendación de Agnieszka. Me perdí completamente en la historia del profesor Raimund Gregorius, en ese instante en el que ve bajo la lluvia a la mujer del abrigo rojo; me perdí y reflexioné con cada uno de los escritos de Amadeu de Prado, con los entresijos de su historia; y casi desde el primer momento, me enamoré de Lisboa. El día que viaje hasta allí llevaré conmigo la novela. 4/5

Flores para la señora Harris de Paul Gallico fue una lectura deliciosa. No esperaba menos de Paul Gallico después de que me enamorase con The lonely. En esta ocasión se trata de una comedia ligera donde los sueños cumplidos son los protagonistas. Una galería de personajes encantadores, encabezados por la inolvidable señora Harris, y los preciosos decorados de París hacen el resto. A ver si saco tiempo la semana que viene y os cuento con más detalle en la reseña. 4/5


Ragtime de E.L Doctorow es una auténtica explosión. La devoré de una sentada. Es una novela ágil y colorida, que esconde bajo el signo del humor, una implacable crítica del sueño americano. El estilo de Doctorow es original e impecable. Me encantó su capacidad para entrelazar personajes y datos históricos con los hilos de su obra de ficción. Henry Ford, Freud y Jung, Houdini, Evelyn Nesbit...todos aparecen por las páginas de Ragtime, influyendo en menor o mayor medida en la vida de los personajes protagonistas. 
Por momentos, la novela me recordó a Manhattan Transfer; por su rapidez y por el complejo caleidoscopio de lugares y personas que describe, todos ellos deambulando y buscando su sitio en el despiadado Nueva York de principios de siglo XX. De veras, muy muy recomendable. 4/5

Y para terminar, El castillo en la colina de Elizabeth Goudge del que os hablaré con calma en su propia entrada.  Solo adelanto algunos ingredientes para que veáis que era casi imposible que no me gustase: Londres, 1940, albores de la IIGM. Lo dicho, una apuesta segura.


Por ahora nada más. Solo agradeceros una vez más todos los mensajes y muestras de cariño que me habéis mandado durante todos estos días. De corazón, ¡muchísimas gracias!


Adiós noviembre. No es culpa tuya, pero que ganas tenía de dejarte atrás. (Fuente)