Una visita obligada. |
El pasado jueves, muy a mi pesar, no pude disfrutar del día del libro. No pisé ni una mísera librería, ni toqué libro alguno. En vez de entre estanterías, pasé mi Sant Jordi encerrada en una sala durante cinco tensas y largas horas; y no en calidad de detenida, lo que podría haber sido hasta divertido, sino como opositora. Anda que, vaya forma más fea de estropear un día tan bonito.
Pero bueno ahora ya no importa ¿sabéis que es lo mejor de pasar por un trance semejante? Pues ese momento en el que te levantas al día siguiente sabiéndote libre de obligaciones. Libre para hacer con tu tiempo lo que te apetezca: aprovecharlo, exprimirlo o hasta malgastarlo si te da la gana.
La verdad es que este fin de semana he hecho un poco de todo eso. He vagueado por casa, me he puesto al día con las series que llevo en danza, he retomado sin ninguna culpabilidad mis lecturas, y hasta he recuperado el día del libro que había perdido.
La única pena ha sido tener que reencontrarme con mis paseos parisinos bajo la lluvia; pero bueno, a esta ciudad me es imposible reprocharle nada, está preciosa en cualquier situación, incluso bajo un aguacero.
Place Paul Poinlevé |
El sábado Jean y yo paseamos por el Quartier Latin; bajo las lilas de sus jardines y bajo los árboles que ya empiezan a vestirse de tiernas hojas. Mientras, la cercana Notre Dame, vigiló nuestros paseos y marcó las horas con el tañido de sus campanas.
Rue Saint-Julien le Pauvre |
Como veis en la fotografía que encabeza la entrada no faltó una visita a Shakesperare and Co. Allí compré el primero de los libros de mi botín de Sant Jordi, Perfume from Provence de Lady Fortescue. Hacía ya algún tiempo que quería comprarlo y en cuanto lo tuve en la mano, supe que ya no podría dejarlo en la estantería. Volver a la Provenza me haría mucho bien después de la tensión de las últimas semanas; aunque solo fuese a traves de los ojos de una extraña. No puedo evitar preguntarme ¿atesoró Lady Fortescue los mismos intensos olores a lavanda, a tapenade, a fruta confitada y a calissons que yo recuerdo de mis años provenzales? ¿se enamoró de sus colinas, de sus gargantas y del cantar constante de las chicharras? Si así es, estoy segura de que congeniaremos.
Al salir de la librería arreció la lluvia y tuvimos que buscar un lugar donde guarecernos. Aprovechamos que era hora de merendar para entrar en The Tea Caddy. Esta es una dirección un tanto secreta; de esas que se transmiten de oreja a oreja entre los iniciados al placer del tea time. Así que si venís a París, y haciendo gala de falta de patriotismo, queréis probar un auténtico salón de té a la inglesa, no dudéis en hacer una visita.
Scones y crumble de moras que sabían a gloria. |
Con la barriga y el corazón contentos, seguimos andando hasta Gibert Joseph en el Boulevard Saint-Michel. Había parado de llover y la gente se agolpaba en las aceras y a la entrada de la librería. Y en Gibert, como no, aumenté y completé mi compra de Sant Jordi. Creedme, lo que no encontréis en estas estanterías amigos, es que casi ni existe. Uno se puede pasar horas y horas rebuscando entre los miles de libros y no sentirse saciado.
Abarrotado Gibert un sábado por la tarde |
Yo me decidí por un título que ya tenía en el punto de mira La partie de chasse de Isabel Colegate, recién publicada por la editorial Belfond en su colección Vintage, y por una autora a la que ya he estado dando demasiadas largas, Muriel Spark. Encontré estas bonitas ediciones de La plenitud de la Señorita Brodie y de Curriculum Vitae y no pude resistirme.
Como veis en la fotografía del botín, vuelvo a caer en la tentación de la literatura británica. Cuatro de cinco vienen del otro lado de la Mancha. No lo puedo evitar que le vamos a hacer.
Aunque esta vez, la joya de la corona no viene del reino de su graciosa majestad. Es un canto que viene de América y como pocos la representa. Es Walt Whitman y sus incomparables Hojas de hierba.
Como ya os dije en la entrada de mis lecturas de infancia y adolescencia, descubrí a Whitman hace ya más de diez años, de manos de Antonio, el mejor profesor de literatura que pude desear. Compré entonces un ejemplar bilingüe de Hojas de hierba que es el que me ha acompañado, como un buen amigo, durante todos estos años de descubrimiento y aprendizaje.
Hace apenas unos meses descubrí que iba a publicarse una nueva edición íntegra y bilingüe y, como podéis imaginar, me llevé una enorme alegría. Y aún más cuando vi que el encargado de su traducción y de su estudio introductorio era Eduardo Moga, poeta, traductor y autor de un blog que sigo con delectación.
Encargué mi ejemplar y esperé con impaciencia a que llegase a mi buzón. Días antes de mi primer examen de oposición lo tuve por fin entre las manos. Y Whitman volvió a ser entonces un buen consejero; volvió a hablarme con voz clara y poderosa a través de los siglos, de corazón a corazón, como siempre ha hecho.
Así que no puedo más que dedicarle a él mi día del libro y mi mes de abril. Que sean sus palabras quienes cierren esta entrada y quienes inauguren una nueva y fructífera temporada de A book a day.
"A ver, ¿quién cree que un milagro sea una gran cosa?
Yo no sé de nada que no sea un milagro.
Cuando voy por las calles de Manhattan,
o echo un vistazo al cielo, más allá de los tejados,
o ando descalzo por la playa, al borde del agua,
o me paro debajo de un árbol, en el bosque,
o hablo, de día, con alguien a quien quiera, o duermo en la
cama, por la noche, con alguien a quien quiera,
o me siento a la mesa para cenar con los demás,
o miro al desconocido que tengo delante en el tranvía,
u observo a las abejas que trajinan en la colmena una mañana
de verano,
o a los animales que pacen en los campos,
o a los pájaros, o la maravilla de los insectos voladores,
o la maravilla del sol que se pone, o de las estrellas que brillan,
clavadas,
o la curva finísima, delicada, exquisita, de la luna nueva en primavera:
todo esto, y todo lo demás, cada cosa y todas las cosas, son milagros para mí […]"
PD. Que feliz me hace estar de vuelta.