jueves, 24 de enero de 2013

La mejor medicina

Recuerdo perfectamente esos días, cuando era pequeña, en los que por algún resfriado tenía que quedarme en la cama. Bajo las sabanas, abrigada y segura gracias a los cuidados de mi madre, me entregaba a un placer que se incubó en aquellos días y que jamás he abandonado, el placer de abrir un libro y entregarme a la lectura.
Yo no necesité de mucha persuasión para convertirme en ávida lectora. Mis padres supieron guiarme con buen ojo en aquellas primeras lecturas y, muy pronto, supe elegir por mi cuenta las historias que más podían gustarme.
Hoy sigo devorando libros nuevos, confeccionando listas de los que tengo pendientes y releyendo aquellos que se han convertido en compañeros de camino. Solo puedo dar las gracias a aquel día en que mi padres me inculcaron el amor por la lectura, y es que cuando uno se ha perdido, completa e irrevocablemente, entre las páginas de una buena historia, estará atado de por vida a seguir pasándolas. 



(Me encantan estas escenas de la Princesa prometida en las que el abuelito consigue atrapar a su nieto en el cuento. Con lo decepcionado que está al principio el chiquito al ver que le ha regalado un libro.)

Bueno pues empiezo a compartir con vosotros los libros que vayan cayendo en mis manos, espero que sean muchos y que podais dar con algún tesoro  que aún no hayais descubierto.

2 comentarios:

Isi dijo...

HOla Marie:
Pasaba por aquí... ¡y me quedo!

Marie dijo...

Hola Isi! Hace mucho tiempo que sigo tu blog y solo puedo decir...Encantada de que te quedes :)