jueves, 28 de marzo de 2013

Un invierno en Mallorca de George Sand

¡Por fin he vuelto!
Después de tantos días dando tumbos por el Mediterráneo puedo volver a escribir tranquilamente. No os podéis imaginar las ganas que tenía de volver al blog y de comentar vuestros artículos como de costumbre. Esto se ha convertido en una verdadera adicción, pero de las buenas.

Como os dije hemos viajado ligeros de equipaje por eso nuestra maleta se limitaba a cuatro modelitos, un neceser  y el libro electrónico. Eso si, lejos de picotear en mi librería virtual me mantuve fiel a la elección que hice antes de salir de Francia y George Sand se convirtió en mi compañera de viaje.

"Un invierno en Mallorca" es el libro en el que Sand inmortalizó los recuerdos de los meses que vivió en la Cartuja de Valldemossa junto a sus hijos y el compositor Chopin, su amante por aquel entonces. Mitad diario, mitad guia de viajes, la autora nos introduce a la historia, la geografía y las costumbres de la isla al mismo tiempo que nos explica las razones que la impulsaron a viajar a Mallorca y los motivos que la llevaron a  abandonarla tan precipitadamente. 
Si bien es cierto que sus críticas son a veces demasiado despiadadas (lo siento George pero te has pasado, no has dejado títere con cabeza)  no es difícil imaginar el tremendo choque que representó para ella y para Chopin, acostumbrados a las comodidades de la "civilizada" París, la rústica existencia  mallorquina. 

Estamos en 1838 y España está sumida en los desastres de las Guerras carlistas. Las Baleares no son una excepción y cuando George Sand y sus acompañantes llegan a Mallorca se sorprenden de lo mal comunicada que está, del atraso, tanto tecnológico como cultural, y del inmovilismo de la sociedad mallorquina. La verdad es que no empiezan el viaje con muy buen pie, y es que desde Barcelona tendrán que llegar a Mallorca a bordo  de un barco cargado de cerdos (animal rey y principal fuente de riqueza de la isla).
Lo que me he podido reír al imaginarme al pobre Chopin, enfermo y tiquis miquis, hacer la travesía en semejante compañía. Cambiar la dulce melodía de su piano por los ronquidos porcinos no tuvo que ser una experiencia muy agradable para él.


Chopin tocando para George Sand
A lo largo de los capítulos somos testigos de que la experiencia para el grupo no fue muy positiva. Aislados en medio de una sociedad totalmente opuesta a sus costumbres no es difícil entender que solo permanecieran unos meses en la isla. Estaba claro que tanto mallorquines como Sand y Chopin estaban condenados a no entenderse. Los primeros anclados a sus tradiciones ancestrales y a una religiosidad teñida de superstición no pudieron aceptar a esa extraña mujer que pasaba sus días escribiendo, sin pisar la iglesia, vestida como un hombre y fumando por los pasillos de la Cartuja. 

Pero si hay algo ante lo que Sand no pudo evitar inclinarse es la belleza de una isla que es capaz de inspirar y dejar sin palabras al mismo tiempo. Los pueblos de la Sierra Tramontana, que George visitó y alabó en su libro, y que nosotros hemos tenido la oportunidad de recorrer, parecen haberse detenido en un tiempo ya remoto al que nos gustaría retornar para ya no regresar.
Valldemossa es para mi el sumum de la esencia de estos pueblos mallorquines. Encaramado entre montañas vigila el mar desde las alturas y el ascenso tortuoso hasta llegar a él bien merece la pena al ver aparecer su silueta. 

Mientras visitábamos su Cartuja (bajo una densa lluvia) y las dependencias que ocuparon Sand, sus hijos y Chopin, las guias del museo nos invitaron a disfrutar de un pequeño concierto con piezas del compositor. Entramos en una pequeña sala de conciertos donde nos aguardaba, sobre un escenario, un majestuoso piano de cola negro. Una vez se cerraron las puertas apareció el concertista y empezó a desgranar las notas del nocturno nº2. No os podéis imaginar la belleza de ese momento. Fuera seguía diluviando y por los dos ventanales situados detrás del pianista una palmera se mecía al ritmo del viento y de las ráfagas de lluvia. Fue uno de esos instantes que quedan grabados en la memoria y que te hacen recordar un viaje más allá de los monumentos visitados o de las fotografías que lo inmortalizan.

El viaje de George será otro de mis recuerdos de Mallorca. Leer su libro mientras se va viajando por la isla es una preciosa fuente de información que ya quisieran igualar muchas de las guias de viaje actuales. Por eso si vais a visitar las Baleares os recomiendo que le dejéis un huequito en vuestra maleta. 

Cuando el avión despegaba y la isla se iba haciendo cada vez más pequeña, conforme ascendíamos, no pude evitar pensar en una de las frases que retendré para siempre de "Un invierno en Mallorca"

Banyalbufar, catedral de Palma y Valldemossa

"Cuando la vista del fango y de las nieblas de París me sumerge en la melancolía, cierro los ojos, y vuelvo a ver, como en un sueño, esa montaña mallorquina salpicada de vegetación, esas rocas peladas y esa palmera solitaria perdida en un cielo rosado".