martes, 16 de junio de 2015

Shadows on the Rock de Willa Cather

Edición francesa de la novela editada por Rivages.
Lamentablemente no he podido encontrar ninguna edición
en castellano.
A principios de mes terminé uno de los libros que me traje de Nueva York; una edición bastante viejita y feúcha de Willa Cather living, a personal record de Edith Lewis.
Lo cierto es que cuando lo compré no tenía ni idea de quien podía ser Edith Lewis;  pero los dos dolares que gasté en su concisa, íntima y emotiva biografía de Willa resultaron ser una de las mejores inversiones del viaje.
Son muchas las vivencias que Edith comparte en su libro: anécdotas de la niñez y juventud de Willa contadas en confidencia por la propia escritora, el tortuoso camino hacia el éxito literario, viajes, descubrimientos, pérdidas…la larga amistad que ambas compartieron es un caudal de recuerdos casi inagotable; pero, dado que yo acababa de terminar Shadows on the Rock, un episodio llamó especialmente mi atención, el viaje que Willa y Edith hicieron a Quebec en el verano de 1928.

Edith escribía a próposito:

"Desde el primer instante en que Willa se asomó por las ventanas de Frontenac y observó los tejados puntiagudos y las líneas normandas de la ciudad de Quebec, se mostró inquieta y hechizada, abrumada por una marea continua de reminiscencias; allí, aislado e intacto durante cientos de años, permanecía el espíritu francés original,  una aparición milagrosa rodeada por un continente extraño".

Fue durante este viaje cuando Willa encontró la inspiración para escribir Shadows on the Rock, una novela histórica ambientada en el Canada del siglo XVII. En ella volvía a apropiarse de la experiencia de los pioneros europeos en el continente americano.

La acción se inicia en 1697 con la presentación de Auclide Auclair, sabio y respetado boticario y su pequeña hija Cécile. Ocho años han transcurrido desde el día en que ambos dejaron París y se instalaron en Quebec aprovechando la protección de su patrón y gobernador el Conde de Frontenac. Durante todo este tiempo padre y hija han sido capaces de construir un pequeño hogar y de granjearse el cariño de sus conciudadanos. Pero el aislamiento, los contratiempos y los peligros de una tierra todavía indómita provocan en Auclide el deseo de volver a la vida tranquila y civilizada de las orillas del Sena.

Pero si para el boticario esta aventura solo debe ser temporal, la pequeña Cécile no imagina tener que decir adiós al lugar donde ha crecido y al que ya considera su hogar.

Grabado de Quebec representando la ciudad en la época en la que transcurre
la novela. 
Shadows on the Rock es una novela llena de sentimientos encontrados; nostálgica y pausada en lo que concierne a Auclide y viva y alegre desde la óptica de Cecile. Sus páginas reflejan a la perfección el conjunto de emociones que trae consigo la experiencia de la emigración: nostalgia por el país que se deja atrás, tristeza, esperanza, entusiasmo, energía… estados de ánimo que Willa ya había infundido en los personajes de otras de sus historias como Pioneros o Mi Antonia, y que en Shadows on the Rock vuelven a cobrar todo el protagonismo.

Qué puedo deciros, Willa me desarma con su maestría, con su extraordinaria capacidad para describir personalidades y localizaciones, para reconstruir un retazo de historia y hacerla vivir ante nuestros ojos. Escribir novela histórica, o al menos una buena novela histórica no es fácil. No basta con vestir a tus personajes con ropa de época, subirles a un caballo y construirles una vivienda adecuada a los cánones. La historia debe nutrirse y descansar hasta en los más mínimos detalles: olores, sonidos, comidas y costumbres deben sustentar sus páginas; y eso es lo que consigue precisamente Willa.  

Con puntual precisión no solo introduce episodios y personajes históricos que dotan de rigor su trama: como la fascinante aventura de "les filles du roi", los tejemanejes de la lejana corte del gran Luis XIV o la propia historia del Conde de Frontenac, uno de los protagonistas de la novela, sino que centra su atención en la vida cotidiana de la colonia: en los días de mercado, en el trabajo de botica con sus ungüentos y remedios, en las preparaciones para el largo invierno, cuando los habitantes de Quebec se proveen de leña y víveres suficientes hasta la llegada de la primavera; y como no en ese momento de octubre en el que se escriben apresuradamente las cartas que zarparán en el último barco que sale hacia Francia. Un barco que no volvería con nuevas noticias hasta bien entrado el mes de julio.
La ciudad vive al ritmo de la vida de sus personajes y es un personaje en si misma; y es que en las novelas de Willa Cather el paisaje, la tierra que habitan sus protagonistas lo es todo. Ella forja su carácter y decide sus destinos.


Así eran los barcos que cruzaban el
Atlántico en los siglos XVI y XVII.
Así ocurre con Auclide Auclair y el Conde de Frontenac, figuras nostálgicas que viven casi como desterradas en ese reducto aislado al otro lado del Atlántico. Un destino muy distinto al de Cécile, quien ha aprendido a amar su nueva tierra, y al de Pierre Charon, personaje que encarna la imagen romántica del trampero libre de los grandes bosques, el aventurero que forja su propio destino.   Ellos encarnan a los europeos del nuevo mundo, frente a la generación anterior apegada a sus raíces, y serán ellos los encargados de construir otras realidades,  lejos de sus países de origen. 

Shadows on the Rock es un libro pausado y descriptivo, forjado al ritmo de las distintas estaciones y sus respectivos ritos. Una lectura que confirma el respeto y la admiración que siento por la escritura de Willa Cather
Si todavía no le habéis dado una oportunidad, os animo a que leáis alguna de sus novelas sin ninguna hesitación; espero que encontréis en ella una autora a la que conservar con cariño en vuestras estanterías.

Un abrazo y muy felices lecturas a todos.

PD. Shadows on the Rock ocupa el año 1931 en mi Century of Books.

miércoles, 10 de junio de 2015

Notas de mayo

¡He engañado a las parcas y vuelvo de entre los muertos! :)
Ay perdonad el retraso que llevo en las entradas, es que el destino quiso que aprobase el primer examen de oposición y aquí me teneis volcada como una loca en la segunda parte de los exámenes. Para bien o para mal todo volverá a la normalidad a final de junio; mientras tanto, voy a intentar escribir un poquito para que A book a day no se quede en barbecho el pobre. 
Como tenía pendientes las Notas de mayo, empecemos a recuperar el tiempo perdido con ellas. Como ya sabéis gran parte del mes lo ocupó el viaje a Nueva York, pero también ha dado tiempo para anotar y disfrutar de varias cosillas más ¡vamos allá!

- Unos cuantos meses atrás os hablaba de lo mucho que disfruté Elles étaient en guerre. Un espléndido documental que dibujaba la experiencia femenina de la I guerra mundial en Francia. A través de las vivencias de mujeres de excepción como Edith Wharton, Marie Curie y Rosa Luxemburgo y también de heroínas anónimas: madres, esposas, trabajadoras… Elles étaient en guerre brindaba un emotivo homenaje a todas aquellas que se esforzaron por tomar las riendas de un país a la deriva. 
Bien pues este mes por fin hemos podido disfrutar de la segunda parte del proyecto, consagrado esta vez a la Segunda guerra mundial, y de nuevo la calidad de las imágenes, el rigor en la documentación y la emoción de lo narrado han acudido a la cita. Aquí os dejo el enlace de ambas entregas para que las disfrutéis (lamentablemente solo está disponible en francés).

Matthias Schoenaerts repite como
protagonista en ambas.
- Y este mes me temo que la cosa ha ido de documentales y películas. Como ya os dije a principios de año, moría de ganas de ver tres adaptaciones cinematográficas: Suite francesa, Lejos del mundanal ruido y Testament of Youth. A día de hoy, puedo tachar las dos primeras de la lista y la verdad es que estoy bastante satisfecha, sobre todo con Suite francesa. A pesar de centrarse en la segunda parte de la novela, Dolce, me ha parecido una muy buena película. La fotografía, la música, los actores, el guión…todo me ha parecido precioso, delicado, elegante y a la vez fuerte como lo es la prosa y el espíritu de Irene Nèmirovsky. Aunque se hayan tomado ciertas licencias en la historia y no hayan reflejado el conflicto social de la novela con profundidad, se lo perdono.
En cuanto a Lejos del mundanal ruido he cometido sacrilegio y he ido a verla antes de leer la novela, por lo que me es imposible comparar. También me ha parecido una adaptación bellísima en cuanto a la ambientación y la fotografía, aunque quizá esta vez me haya faltado un poquito de fuerza y emoción en el guión. Aún así un impecable trabajo y unas ganas tremendas de ponerme al fin con el libro. 

- Cambiando de tercio no podía dejar de compartir con vosotros esta serie de fotografías que me fascinaron mientras leía The Atlantic. Ya sabeis de mi historia de amor con el Oeste americano. No puedo explicaros la sensación, pero al ver estas imágenes me ocurrió lo mismo que mientras leía Ángulo de reposo (reseña), la magnífica novela de Wallace Stegner. Sentí la aventura en su estado más puro, los desafíos, un nuevo horizonte, fracasos y promesas… esa imágen del Oeste, sin duda idealizada, que me sigue cautivando. 

  - Y por fin una noticia meramente literaria, de esas que tanto nos gustan a nosotros. Supongo que muchos de vosotros ya la habréis visto por las librerías de vuestra ciudad, pero por si hay por ahí algún despistado, ya podéis disfrutar de la nueva colección en castellano de Penguin clásicos. Apenas rondan los diez euros y llevan consigo la calidad Penguin, así que no dudéis en echarle un vistazo a la selección de clásicos universales que proponen.
Camino a Itaca
Yo traje conmigo La Odisea aunque traicionase con ello a mis antiguos y queridos ejemplares; pero es que me fue imposible dejar en la estantería una edición tan bonita. Así que aquí me tenéis, una vez más embarcada en el viaje con Ulises, disfrutando la travesía al ritmo de cada canto, sin prisas. Como bien dice Joan Casas en la introducción "la vida es trayecto […] lo importante es el trayecto, el recorrido, la peripecia. Lo único que nos enriquece es lo que ganamos por el camino".
Poe eso os invito de corazón a que emprendáis el viaje a Itaca. Leed este poema de Cavafis y seguro que no tardará en convenceros.

- No podía dejar estas notas sin compartir un poquito de música. Con todas las horas de avión que he tenido por delante, me ha dado tiempo a darle bastantes vueltas a mi reproductor, así que os dejo unas cuantas de mis favoritas, esas que me ayudaron (casi) a superar el miedo de estar colgada en medio del Atlántico.

The La's: There she Goes
Van Morrison: Brown Eyed Girl
The Beatles: Here comes the sun
Nick Drake: Place to be
Iggy Pop: The Passenger

- Y como siempre la pintura del mes. En cuanto vi esta acuarela en el Metropolitan supe que sería esta. Ese es el Nueva York que vi con mis propios ojos mientras caminaba por sus calles. Nubes amenazadoras en el cielo, rozando los rascacielos sobre todo a primera hora de la mañana y un verde brillante y nuevo coronando las copas de los arboles. Primavera en Nueva York.

Spring in Central Park, Adolf Dehn

Como vereis lo leído en el mes de mayo es un poco exiguo, pero no me quejo; han sido lecturas satisfactorias y muy buenas compañeras de camino.

Lecturas de mayo
Los eduardianos de Vita Sackville-West, hará las delicias de todos los que disfrutaron con La saga de los Forsyte o la serie Downton Abbey. De nuevo la alta sociedad eduardiana es objeto de un detallado análisis para el disfrute de los lectores. La hipocresía, las convenciones y los aires de cambio guían la trama de la novela, aunque esta vez acompañada de la mirada crítica y mordaz de Vita Sackville-West. Una autora que descubro con placer y a la que no tardaré en volver.
Ventanas de Manhattan de Antonio Muñoz Molina, me dejó con un sabor agridulce. Fue una excelente lectura durante el viaje de ida a Nueva York, porque me ayudo a visualizar estampas de la ciudad, costumbres y sitios por descubrir. Pero si algunos capítulos me parecieron sublimes, como el de los días de lluvia en Nueva York, otros me parecieron tediosos y difíciles de soportar.
La ciudad de la alegría de Edith Wharton, me hizo llegar al final casi con lágrimas en los ojos. ¡Qué triste me pareció la historia de Lily Bart! Qué despiadado universo el de la alta sociedad neoyorquina del siglo XIX, mucho me temo no tan diferente que el de otras épocas. Fue un placer reencontrarme con la fineza descriptiva de Edith Wharton. No os digo más y hablaremos con más tranquilidad en la reseña.
Y para terminar una novela que compré y leí de inmediato, Mañana puede ser un gran día de Betty Smith. Después de el enorme Coup de coeur que tuve con Un árbol crece en Brooklyn no podía dejar de leer esta "especie de" continuación. Y digo especie porque realmente yo no le he encontrado mayor relación que el hecho de que ambas historias estén ambientadas en Brooklyn a principios del siglo XX y protagonizadas por una niña/ joven de escasos medios. Tengo que confesar que no la he disfrutado tanto como su predecesora, pero me ha encantado el retrato que Betty Smith hace del matrimonio. Os contaré con detalle en su entrada correspondiente.

Y hasta aquí lo que dio de si el mes de mayo. Espero que hayáis tenido una muy buena entrada en junio y que estéis disfrutando de excelentes lecturas. Un abrazo grande.

PD. Un pequeño olvido. Hace unos días me enteré de que La garçonne, polémica novela de Victor Margueritte de la que os hablaba hace más de dos años (reseña), ha sido traducida por fin al castellano gracias a Gallo Nero. ¡Qué alegría! Espero que la disfrutéis.